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Mi nombre en Oliver Tate. Supongo que puede parecer pedante pero
a veces desearía que una cámara siguiera cada paso que doy como si fuese un
documental de un influyente pensador que lucha y acaba perdiendo atrozmente. He
intentado fumar en pipa, lanzar monedas, y escuchar canciones de desamor en
francés pero nada de esto funcionó, hasta que Jordana se cruzó en mi vida.
Oliver Tate es un peculiar joven de 15 años de edad que tiene dos objetivos:
perder su virginidad antes de su próximo cumpleaños, e impedir que su madre
deje a su padre para irse con un antiguo amor del instituto.
Oliver es un chico un tanto especial y complicado, solitario e
imaginativo que se propone el doble objetivo de enamorar a su compañera de
clase Jordana e impedir que se rompa el matrimonio de sus padres. Y como la
cosa va de amores, las inseguridades y temores abundan en unos personajes que sobreviven
a los vaivenes emocionales y meteduras de pata.
Son individuos que sienten la soledad de un entorno poco cálido
y la insatisfacción de una rutina que les ha sumergido en las profundidades del
mar, allí donde el hombre no puede estar porque falta luz y oxígeno. Salir a
flote es el reto de Oliver, y hacerlo junto a su familia.
Esta sencilla, seca y triste comedia se enmarca en el cine de
autor más independiente, con personajes inadaptados y una narrativa fresca, con
un uso metafórico del color y sugerentes momentos visuales —los fuegos
artificiales, la bañera entre los electrodomésticos, el interior de los
puentes—, preciosas canciones de Alex Turner y un punto de locura
y otro de simpatía en cada situación. Habrá espectadores que sintonicen y
disfruten con su peculiar humor, y otros que no terminen de empaparse de su
espíritu mordaz y singular
PUNTUACIÓN : 3/5